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Toma entonces una de las mejores ovejas y echa en el fondo los huesos, y haz que hierva bien para que también los huesos se cuezan.»

Así ha dicho Dios el Señor:

«¡Ay de la ciudad sanguinaria! ¡Ay de la olla oxidada, cuya herrumbre no se puede limpiar! ¡Saca las piezas de carne, una por una! ¡No las escojas! Sus calles están llenas de sangre, la cual no derramó en el suelo para que la tierra la absorbiera, sino que la derramó sobre las piedras.

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